lunes, 9 de febrero de 2015

Chiara Garbiero

¡Hola! Me llamo Chiara Garbiero y asisto al 4° año de la escuela secundaria “Liceo Carlo Botta” en Ivrea (Italia).
Este proyecto del intercambio me ha gustado desde el principio, no solo porque tenía la posibilidad de visitar  una de las ciudades más maravillosas del mundo, también porque tenía la oportunidad de mejorar mi español, conocer a personas nuevas y desarrollar un proyecto sobre cine, que es algo que siempre me ha gustado.
Cuando nos han dado el contacto de nuestros socios españoles, inmediatamente he escrito a mi compañero español. Se llama Sancho y nos presentamos un poco; cuando me dijo que tenìa dos perros muy grandes pensé: “¡Oh por Dios, espero que no deje que los perros entren en casa!”
Por fin llegó el día tan esperado: el 12 de Diciembre, el día del viaje a España.
El viaje en avión pareció infinito, no podía esperar a llegar a España y conocer a los chicos españoles. En un cierto momento miré por la ventana y vi las luces de las ciudades, estaba tan emocionada que ni siquiera tuve dolor de oídos durante el aterrizaje.
Después de la recogida de las maletas, salimos del aeropuerto y buscamos a nuestros compañeros. En general no soy una persona tímida, pero durante los primeros 10 minuto casi no hablé con la familia de Sancho.
Por suerte, fuimos todos juntos (sin padres) a cenar y allí volví a ser la Chiara de siempre y, sobre todo, empezé a hablar en español. Esto era necesario, porque tenía que expresar mi opinión sobre el restaurante en el que habíamos comido: un restaurante de comida china. ¡Yo odio a la comida china! Por suerte los chicos españoles eran mucho mejores que la comida del restaurante, y  nos divertimos muchísimo.
Después de la cena fuimos a la casa de nuestros nuevos amigos españoles. Superé el trauma de los perros gigantes, me duché y me fui a mi cama.
A la mañana del día siguiente, nos levantamos para irnos a Madrid, también con los profesores. Cuando llegamos a Madrid yo tenía la desesperada necesidad de tomar un café para despertarme y, una vez que lo había tomado, me di cuenta de que los españoles son personas muy agradables, simpáticas y gentiles, pero que no saben hacer café.
Aquí empezó nuestra visita a Madrid. Una ciudad, de verdad, maravillosa. Nuestra visita terminó en el Museo del Prado, y después de esto los profesores nos dejaron solos.
Fuimos al Burguer King para el almuerzo y después a un local muy bonito donde bebimos mojito de fresas y fumamos del narguilé.
A las 7 de la tarde cogimos el transporte público para regresar a casa porque aquella noche teníamos  una fiesta en una especie de segunda casa de Sancho.
Así aquella noche en la fiesta bailamos, cantamos y…no puedo contar más porque es un secreto entre nosotros.
Al día siguiente para el almuerzo comí mi deseada paella. Por la tarde fuimos a un centro comercial. Era un centro enorme, con muchísimas tiendas, y allí nos dividimos en dos grupos porque el primer grupo quería ir al cine y el otro a hacer compras. Yo estaba en el segundo.
Nos reunimos para cenar todos juntos en un restaurante que había en el propio centro comercial. En este lugar comimos  pizza que, obviamente, no era tan buena como la pizza italiana.
Regresamos a casa bastante pronto, porque el día siguiente teníamos que llegar al instituto a las ocho y media.
Por la mañana del lunes llegamos  al instituto a las ocho y media. Me di cuenta de que  las escuelas españolas y las italianas son bastante diferentes: allí la relación entre alumnos y profesores no es tan distante como en Italia, y, sobre todo, cada curso tiene 5 o 6 materias y no 10 como en Italia.
En las últimas tres horas de la mañana tuvimos clase de cine con un profesor que nos monstró algunos ejemplos de cortos y de guión.
Por la tarde fuimos al cine para ver una película que se titulaba “Cobardes”. No me gustó mucho, sobre todo porque, en la película, había un italiano propietario de una pizzería y que al final se descubre que era un mafioso. Los italianos nos enfadamos un poquito.
Al día siguiente pasé muy buen rato en la clase de inglés en el instituto.
Durante la lección de cine nos enseñaron como se hace un guión, mientras, mi “querido” compañerito español, Sancho, me molestó durante  toda la lección llamandome “mafiosa”. Y yo siempre le respondía: “Yo no soy mafiosa pero puedo llegar a ser una  mafiosa si no te callas.”
Por la tarde fuimos a Alcalá de Henares, el lugar en el que nació Cervantes. La cosa que más me gustó de este lugar fueron los churros con chocolate caliente.
Por la noche cenamos todos juntos en un restaurante de Algete y después de la cena fuimos en una plaza con un gran árbol de Navidad y mis compañeras Selene, Lara y yo empezamos a cantar debajo del árbol.
Cuando llegamos a casa, Sancho y yo pasamos buena parte de la noche hablando.
El último día  empezó de manera triste, preparando la maleta, y  terminó con lágrimas  por nuestra partida.
Los momentos mejores fueron cuando Javier leyó para todos los españoles que nos hospedaron la carta que nosotros, los italianos, habíamos escrito en agradecimiento. Antes de que Javier terminara de leer la carta, Lorena y yo empezamos a llorar.
Para elevar la moral, Jorge nos tocó algo con la guitarra y cantamos todos juntos.
Fuimos a un bar para comer y al final del almuerzo la situación degeneró cuando empezamos a tirar los cubitos de hielo en las camisetas
A las 6 de la tarde fuimos al aereopuerto para regresar a Italia.
Nuestro viaje termina aquí: en el aereopuerto con la voz rota y las lagrimas en los ojos cantando “Don’t Worry, Be Happy” de Bob Marley. Saludamos a las familias y, sobre todo, a nuestros amigos, de una manera angustiosa.
Lo que aprendí en este viaje no es sólo que esta experiencia es una de las cuales podré contar a mis hijos, sino que he tenido la oportunidad conocer una nueva cultura, visitar nuevos lugares, y trabajar sobre un proyecto nuevo e interesante. Es algo más que todo esto: una parte de nuestro corazón se ha quedado en Algete con las personas maravillosas que conocimos allí. Nuestra manera de llamarnos “hermanos” entre nosotros no es una broma o por comodidad, es porque no es necesario un lazo de sangre para sentir que alguien es tu hermano . El nuestro es un enlace fortísimo porque esos chicos nos han enseñado que también en la distancia podemos ser una familia.
Estas son las personas a las cuales nunca querría decir adios.

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