miércoles, 18 de febrero de 2015

Valeria Cerutti

Me llamo Valeria, y en diciembre fui a Madrid. Me gustaría decir muchísimas cosas de mi experiencia, todos mis pensamientos y todas las cosas que hicimos, pero hay demasiado. Tengo que seleccionar.
A las siete de la tarde del viernes 12 de diciembre partimos, las maletas llenas de ropas, regalitos para las familias y excitación. Nunca he tenido miedo a  volar pero como soy claustrofóbica, el viaje en avión fue horrible, todo era demasiado pequeño y apenas respiraba. Cuando llegamos a Madrid casi lloraba de felicidad. Vi a María, mi compañera, que me esperaba junta a todos los otros chicos, y desde el primer momento me cayó bien. Fuimos todos a cenar a un restaurante chino, y lo que me sorprendió más de todo fue que para ellos era normal cenar a las 11 y media de la noche. Hablamos muchísimo, enseñamos a los españoles todas las palabrotas italianas, ellos nos enseñaron las suyas, nos divertimos muchísimo.  Llegué a Algete junta a Lara y su compañero, Javier, y conocí a mi familia. Malele, mi "madre" era la persona más amable de la familia, y antes de ir a la cama mi hermana Alejandra me ayudó con los gatos, que me molestaron toda la noche. 
El sábado fuimos a Madrid, visitamos al museo del Prado y a la ciudad, y a las tres de la tarde comimos en el Burger King. Salimos, y fuimos a un local llamado Colors junto con los franceses. Volvimos a casa y conocí al hermano de María, Javier. Después de cenar, nos preparamos para la fiesta en casa del compañero de Chiara, Sancho... Y vale, lo que pasó tiene que quedarse allá.
El domingo fue el día más difícil. Había dormido unas dos horitas, a las 10 me desperté y volví a casa; en una hora me preparé y fui a Madrid con mi familia. Me enseñaron el Rastro, la Plaza Mayor y la Puerta del Sol. Malele sacó muchísimas fotos que envió a mi madre, y después nos acompañaron a la Plaza Norte para quedarnos con los otros chicos. Cenamos de tapas y después volvimos a Algete junto con Javi y Lara. Y, después de dos días, al final dormí. 
Lo más magnifico es que los chicos españoles se levantan muy tarde para ir al instituto. María me despertó a las 8 menos cuarto, tuvimos tiempo para ducharnos, desayunar e ir al insti en coche. Tuvimos clase junto a nuestros compañeros las primeras dos horas, y después tuvimos clase para nuestro proyecto del corto. Después, por la tarde, vimos una peli, "Cobardes", que fue la causa de unas muchas discusiones:  por ejemplo, el único italiano era de Nápoles, mafioso, amaba a Maradona... Y dijo que la pizza más buena del mundo se come en Buenos Aires.
Lo mismo pasó el martes, pero por la tarde fuimos a Alcalá de Henares. Visitamos la casa de Cervantes y nos sacamos muchísimas fotos. Junto a nuestros amigos comimos churros con chocolate, y puedo decir que es una de las cosas más buenas que he comido en mi vida. Cuando volvimos, fuimos a comer todos  al Gringo. Nos hicieron una pizza, que me pareció horrible, seguramente la de Buenos Aires es mejor (pero no tan buena como la de Nápoles). Jorge, el compañero de Matteo, hizo un discurso, y nos dio las gracias por esos cinco días maravillosos. Casi me pongo a llorar. Cuando salimos de la pizzería nos quedamos en la plaza de Algete, y Lara, Chiara y Selene cantaron a unas canciones bajo el árbol de navidad. Volví a casa y, casi llorando, preparé mi maleta. 

El último día estuvo lleno de emociones. María me despertó, como todas las mañanas desayunamos juntas, y Malele me dio muchos regalos, y tuvo que sentarme sobre la maleta para cerrarla. "Fuimos al insti", o sea, fuimos delante del insti, y después corrimos a escondernos para quedarnos fuera para saludar a los franceses. Cantamos muchísimas canciones con la guitarra de María, y después de  muchas lágrimas y abrazos, dijimos adiós a mitad del grupo, y nos fuimos todos juntos a aquel lugar que durante cincos días llamé "casa". Con nuestros hermanos españoles cantamos nuestras canciones, jugamos a unos juegos bastante idiotas y fuimos a comer. Comí la hamburguesa más repugnante de mi vida, pero no me importó, porque estaba con mis amigos. Nos tiramos cubitos de hielo, kétchup, patatas fritas, cantamos, siempre riendo. Y después volvimos a casa por última vez. Abrazé miles de veces a mi hermana Alejandra y a Malele, después María y yo salimos y junto a Javi y Lara, fuimos al instituto, y después al aeropuerto. 

Todo lo que pasó en aquel aeropuerto de Madrid se ha quedado en mi corazón, junto a todas las magníficas experiencias que viví en aquellos cinco días. Todos los abrazos, los besos, las canciones cantadas llorando se quedaron conmigo, y siempre se quedarán.
Quiero terminar mi entrada diciendo gracias a todos los chicos españoles que conocí, pero sobre todo a mi familia. Me han hospedado como si fuera sus hija, o sus hermana, me han ayudado con los gatos y con el perro, que siempre me han dado miedo. Me han dicho que su casa es mi casa, y que puedo volver en cualquier momento. 
Gracias, porque fueron los mejores días de mi vida.



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